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La Urbina y la Capital Cap I (por Johan Graterol)

La Urbina y la Capital

     La tarde se tornó nublada y fría en Urbina (Pueblito apartado del estado Trujillo, Venezuela), luego de largas horas de lluvia. María, madre de seis hijos;  Marlene, José, Esperanza, Ana, Juan y Coromoto, pasó toda la mañana y parte de la tarde tratando de proteger a sus hijos de la lluvia que arremetía fuertemente contra el rancho de barro y techo de palma; del cual, para el momento solo quedaban la mitad de las paredes.

     Mientras pasaba la lluvia, sus hijos se escondían bajo una mesa, tratando de no mojarse; pero eso era imposible. Cuando cesó la lluvia, comenzaron a recoger lo poco que esta había dejado.

     Esa noche todos en lo que quedaba de rancho se acostaron sin comer; debido a que quien trabajaba en la casa era María, y como había llovido, nadie le dio ropa para que fuera a lavar a la orilla del rio. Su esposo hacía unos meses había muerto.

     La mañana siguiente, maría tomó sus seis muchachos y se los llevó a la capital, allí vivía Juana, quien era la madrina de su hija mayor. Marlene tenía once años, casi doce, la mayor de seis hermanos. Ese día su madrina le pidió que se quedara ahí con ella, pero Marlene no quería. María pensó que era lo mejor para su hija, que se quedara allí. María acordó con Juana que si iba a dejar a Marlene, y con el corazón arrugadito, más triste que una mañana sin sol, se despidió de su niña.
   
        -Mira hijita, es mejor que se quede  mi tesoro- dijo María mientras cada lagrima se llevaba un pedazo de su alma
   
       -Pero amita, yo quiero estar contigo, yo te ayudo a trabajar- contestó Marlene con la voz quebrada y un mar de lágrimas brotando se sus ojos.
       
        -Es mejor que estés aquí, a que estés llevando vainas con nosotros- dijo María
     
         
-Me quiero ir contigo amita mía- 

     -¡Usted se queda aquí y ya!- respondió María, sintiendo como si clavara un cuchillo en su propio corazón. Agarró a sus otros hijos y exclamó -nos tenemos que ir ya, antes que esto terminé causando más dolor, Chao hijita, que Dios te bendiga-.
     Ese día Marlene quedó como si toda su sangre hubiera salido de su cuerpo, y lloró como si quisiera ahogarse en lágrimas, tal como la ahogaba la tristeza y melancolía. 

Continuará Cap II...

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